Enrico Letta lo dijo desde el principio. «La primera verdad es que la situación económica de Italia sigue siendo grave», señaló durante su primer discurso como primer ministro italiano. Y tenía toda la razón del mundo. ¿Pero qué pasará, cuando termine la cristalización de los mercados financieros inducida por el Banco central europeo (BCE) con las Outright monetary transactions (Omt)? El mayor temor no es que Italia regrese al ojo del huracán de las presiones de los mercados financieros, porque, quizás eso, unido al estrés de los inversores, sería un incentivo para efectuar las reformas necesarias. El mayor temor es que Roma no consiga entender que los problemas de hace dos años (que son los mismos de hace 20) siguen estando ahí: bajo crecimiento, deuda alta y escasa competitividad. Un infierno eterno.
Hace dos años, Italia comienza a situarse en el epicentro de la crisis de la Eurozona. El spread entre BPT y Bund se amplió a los más de 150 puntos básicos en pocas semanas, llegando a tocar los 300 puntos. Unos meses después, en noviembre de 2011, rozaba el máximo histórico de los 575 puntos básicos. El país había perdido su credibilidad y era creciente el riesgo que se percibía de una insolvencia.
Llegó, entonces, Mario Monti. Tras la reforma de las pensiones, muy positiva, perdió la oportunidad de hacer lo que debía: aportar modificaciones estructurales a los factores de crecimiento de Italia y liberar sus potencialidades. Sólo hoy podemos calibrar, en su justa medida, la poca visión de futuro que tuvo la política económica de Monti, basada en la subida de impuestos (casi todos) y en los recortes de los gastos corrientes (y no de los gastos generales). La consecuencia es que Enrico Letta se encuentra prácticamente con las manos atadas y poco puede hacer. Se trata de un gran político, pero condenado a fracasar en su obligación de conducir al país hacia aguas más tranquilas. Leggi il resto su El mundo
*Fabrizio Goria es corresponsal económico del diario ‘Linkiesta’.
Questo articolo è stato pubblicato nella versione integrale domenica 30 giugno sul quotidiano spagnolo El mundo
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